jueves, 19 de febrero de 2009

La burbuja inmobiliaria japonesa


He oído muchas veces en los últimos meses a personas que se atreven a comparar la actual situación del mercado inmobiliario español con la que vivió Japón en los 80 (y que llevó al país a una terrible recesión que aún les dura), arguyendo que la burbuja inmobiliaria hispana ha sido de proporciones similares a la nipona. Y por eso creo interesante apuntar algunos datos que tal vez eviten que más de uno se haga el harakiri en un arrebato madmaxista:
- En los años 80, Japón prosperó mucho comercialmente (bendita electrónica) y los bancos de aquel país se lanzaron a comprar tierra y acciones.
- El valor de los activos inmobiliarios empezó a crecer desproporcionadamente, a la par que el valor de las acciones de las empresas que los poseían. Las empresas usaron esa revalorización de sus acciones para comprar más inmuebles. Se formó así una espiral inflacionista de la leche: cuantos más pisos compras, más vale tu empresa y más pisos puedes comprar.
- En el periodo entre 1955-1989, el valor de los pisos se multiplicó ¡por 75! Es decir, que si nos parece una barbaridad que en España hayan subido un 270%, imaginaos un 7.500%.
- En 1989, el valor de los inmuebles de Japón era de 20 billones de dólares, ¡el 20% de la riqueza mundial! El equivalente a ¡cinco veces! el valor de TODO el territorio de los EE.UU.
- Un sólo barrio de Tokio valia lo mismo que todo Canadá. El Palacio Imperial de Tokio valía lo mismo que todo el Estado de California.
- La bolsa, como ya he dicho, subió a la par. En 1984, el índice Nikkei alcanzó los 11.542 puntos. En 1989, llegó a los 38.915. La empresa Nomura Securities valía más que todas las casas de bolsa estadounidenses juntas.
- ¿Cómo se fue todo a la porra? Entre 1988 y 1990, el Banco Central de Japón subió los tipos de interés del 2,5% al 6% (para evitar la hiperinflación y la devaluación del yen frente al dólar). Como consecuencia, el valor de las acciones se desplomó y el Nikkei perdió un 63% de su valor muy rápidamente, a lo bruto.
- Los precios de los inmuebles se derrumbaron.
- Dado que las acciones tenían como garantía los bienes inmuebles, el sistema financiero entró en una grave crisis. El precio de la vivienda cayó durante catorce años seguidos y apareció algo que no había habido hasta entonces en Japón: el paro (aunque sólo un 5,4% -en 2002-).
Bien, ¿qué diferencias hay con respecto al caso español? Bastantes, y muy importantes:
- La magnitud de la escalada de precios no tiene nada que ver con nuestro caso (no creo que Madrid valga lo mismo que todo EE.UU.).
- Aunque la bolsa española se ha dejado un 40% en 2008, el valor de nuestras empresas no está respaldado ÚNICAMENTE por activos inmobiliarios.
- El euro es, hoy por hoy, la moneda más estable y fiable del mundo (hasta los ingleses se están planteando liquidar su tan amada libra para unirse al euroclub).
- La estructura empresarial japonesa era distinta a la nuestra: allí funcionaba el "gobierno de las empresas", llamadas "keiretsus". Estos "keiretsus" tenían en su cima una gran entidad financiera y, debajo, una oscurísima maraña de empresas con participaciones cruzadas. La política y las empresas estaban totalmente fusionadas: toda la sociedad japonesa estaba dirigida por una pequeña elite empresarial con el beneplácito del Gobierno. Vale, aquí en España el Santander y el BBVA son los que cortan el bacalao, pero no son los dueños de todas las demás empresas ni se encargan de regular la educación que reciben los chavales en la escuela desde que son pequeños. Este oscurantismo fue crucial para la prolongada duración de la crisis.
En fin, el caso es que, pese al mal ejemplo que suponen los japoneses, tendremos que ser todos capaces de currar como japoneses para salir adelante y que esta crisis no nos dure catorce años a nosotros también.

2 comentarios:

PADRE RESPONSABLE dijo...

Más claro no canta un gallo. Venía buscando perros y monos, y me encontré con una lección de economía que entendería hasta un mono, y en la que -claro- no faltan los perros protagonistas. Suerte con la pasta.

Anónimo dijo...

No deja de maravillarme su cultura, amigo Estrada. Uno aprende bastante con su blog.