viernes, 18 de diciembre de 2009

El Turco, el autómata que derrotó a Napoleón y Benjamin Franklin


En la década de 1780, un maniquí ataviado con ropajes otomanos causó sensación entre las cortes reales de toda Europa. ¡El muñeco, capaz de pensar por sí solo, derrotaba a jugadores de ajedrez de reputación internacional! El propietario y creador de semejante prodigio, Wolfgang von Kempelen, lo llevó de gira por todo el continente, realizando siempre la misma exhibición: primero abría los paneles de la mesa sobre la que se asentaba el maniquí, mostrando al público asistente el complejo mecanismo de relojería que daba vida a 'El Turco', como fue bautizado el autómata. A continuación, el maniquí jugaba contra cualquiera que osase desafiarle y, casi siempre, ganaba. Muchos científicos de la época estudiaron el caso buscando una explicación, pero el único truco que se les ocurría era que un niño o un enano se encontrase oculto entre los engranajes de relojería y accionase de algún modo el maniquí, pero no parecía factible, puesto que Kempelen siempre enseñaba los engranajes antes de las partidas y, además, el espacio era mínimo.
Durante una exhibición en París, Benjamin Franklin disputó una partida contra 'El Turco' y, como tantos otros, fue apalizado por el muñeco.


En 1809, en la localidad de Schönbrunn, durante la campaña de Wagram, 'El Turco' derrotó al gran estratega de la época, Napoleón Bonaparte, que, la verdad sea dicha, tampoco es que jugase demasiado bien al ajedrez a juzgar por su apertura, directa a la búsqueda del mate pastor. Tras rechazar el burdo ataque del azote de Europa, 'El Turco' le hizo morder el polvo en 24 movimientos.


El secreto del asombroso ingenio perduró a través de las décadas, aunque cambió de propietario varias veces y llegó a hacer una gira americana. Finalmente, en 1854, a los 85 años de edad, 'El Turco' feneció, destruido en un incendio... Y el hijo de su último propietario desveló el gran misterio: los mecanismos de relojería y un cajón de la cabina no se extendían hasta la parte posterior, donde se encontraba un tablero de ajedrez secundario, que una persona escondida empleaba para seguir el juego. El fondo del tablero principal tenía un resorte bajo cada escaque y cada pieza contenía un imán. Este intrincado sistema permitía al operador oculto saber qué pieza había sido movida y adónde. El operador hacía su movimiento mediante un mecanismo que podía encajarse en el tablero secundario, indicando al maniquí dónde mover. Ni que decir tiene que la persona oculta era un gran maestro de ajedrez y, durante su larga trayectoria, fueron 15 los genios ajedrecísticos que se llegaron a ocultar en su interior.

1 comentario:

Sebastián Bogado dijo...

Que tal?
Muy interesante el dato ya que tengo una imagen en mi pieza del autómata en el afán de querer saber mas en relación al creado por Walter Benjamin en su tesis de la filosofía de la historia fascinante por cierto. Increíble la historia que describís.
Te saludo desde Buenos Aires Argentina.