viernes, 5 de septiembre de 2008

El poeta de la parranda


El mexicano José Alfredo Jiménez no sabía tocar ningún instrumento, ignoraba lo que era un vals o una tonalidad y, para componer, le silbaba las melodías a un amigo suyo. Sin embargo, es considerado el mejor compositor de música ranchera de todos los tiempos. Hijo de un farmacéutico, nació en 1926 y falleció en 1973, a los 47 años. Murió tan joven a causa de una cirrosis hepática provocada por su alcoholismo. Porque el bueno de José Alfredo era un bebedor compulsivo: todas sus penas las ahogaba con tequila, especialmente las provocadas por el desamor. Y fueron decenas las mujeres que le rechazaron. Y fue en las cantinas donde halló la inspiración para componer tantas y tantas canciones (más de mil) que han llegado a ser interpretadas por muchos grandes artistas del siglo XX. La gran mayoría de ellas, con el amor insatisfecho como tema y con la resignación frente a una copa de tequila como contexto, en medio de un ambiente de bohemia mexicana años 50. Algunas de sus canciones, popularizadas por María Dolores Pradera, Luis Miguel, Jorge Negrete o Chavela Vargas entre otros muchos, son 'El rey', 'Si nos dejan', 'Paloma querida', 'En el último trago' o 'El Jinete'. Las dos últimas fueron versionadas hace unos años por Los Rodríguez y Enrique Bunbury respectivamente. ¿Fue un desgraciado? ¿Quién sabe? Sufrió de amores, vivió en el trago y la parranda, sufrió con su cirrosis... y logró pasar a la historia.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Personalmente, creo que no merece la pena vivir una vida penosa y que, una vez muerto, te reconozcan como un genio. Al fin y al cabo, cuando sueñas con pasar a la historia es porque estás vivo. Una vez muerto, ya nada te importa.
¡Un saludo y enhorabuena por tu blog!

Zhukovsky dijo...

La gloria después de la muerte es como otra vida. Y no lo digo yo. Lo dijo Jorge Manrique.

Anónimo dijo...

Pedro...
Creo haber encontrado el mono (los monos?) aqui y en otras entradas, pero tengo problemas con lo de los perros.

Pedro Estrada dijo...

Hola! Muchas gracias por vuestros comentarios, hermosa gente. En respuesta a este último comentario, diré que para mí los monos y los perros son dos animales que logran llamarme la atención, ya sea por su simpatía o por lo enigmático de su comportamiento y expresiones (¿habéis probado a mirar fijamente a un perro a los ojos? Yo nunca logro descubrir qué es lo que piensan. ¡Nunca!). Así, puede que yo vea un mono donde otros veis un perro y otros veréis perros donde yo vea monos o calafantes (sobre estos últimos animales habré de escribir largo y tendido algún día). En ocasiones, maravillosas ocasiones, un tema surge con la forma de un mono y un perro simultáneamente y, entonces, sé que es un GRAN tema. En esta entrada sobre el entrañable José Alfredo, por ejemplo, yo veo la sombra del perro, pero otros veréis la sombra del mono (quizá la del Anís del Mono). En cualquier caso, somos todos cojonudos. Abracémonos a nosotros mismos o pidámoselo al ser no hostil más cercano.