lunes, 17 de noviembre de 2008
Julio Verne: ¿viajero del tiempo o adivino?
La teoría oficial es que Julio Verne (1808-1905) era un tipo inquieto con una gran imaginación que, gracias a sus conocimientos de los avances técnicos y científicos de su época, predijo en sus novelas multitud de vehículos y hazañas que han llegado a convertirse en realidad un siglo después, como los cohetes espaciales y la llegada del hombre a la Luna. La teoría de la conspiración nos dice que Jules Verne fue en realidad un viajero procedente del futuro que, atrapado en un viaje al siglo XIX, aprovechó sus conocimientos de lo que estaba por venir para vivir de sus novelas e inspirar, al mismo tiempo, a los ingenieros que habrían de llevarlas a cabo. ¿Con cuál de las dos teorías quedarse? "La primera", habría dicho yo sin dudar... antes de leer su novela 'París en el siglo XX', la "novela perdida" de Verne.
Esta obra, publicada por primera vez en francés en 1994, fue escrita en 1863 y se mantuvo oculta en una caja fuerte del escritor durante 130 años hasta que fue descubierta por un bisnieto suyo. Verne la guardó tras recibir una carta de su editor en la que rechazaba el manuscrito diciéndole que nadie leería una novela tan pesimista y que la publicación de dicho texto supondría un desastre para su reputación como escritor. La novela comienza en París, en agosto de 1960 y su protagonista es un estudiante de literatura despreciado por los demás en un mundo dominado por el dinero y la ciencia. Por un lado, Verne, que siempre había sido defensor de los avances científicos, critica duramente el efecto de éstos en la sociedad y, por otro, vaticina una serie de aparatos demasiado larga para no empezar a plantearse aquella segunda teoría sobre el autor: automóviles movidos por motores de gasolina de combustión interna, trenes de alta velocidad, calculadoras, internet, la silla eléctrica, ¡la Torre Eiffel!... Así, Verne escribe, por ejemplo: "La mayor parte de los innumerables coches que surcaban la calzada de los bulevares lo hacían sin caballos; se movían por una fuerza invisible, mediante un motor de aire dilatado por la combustión del gas"; o "Ya no cortaban la cabeza a nadie. Le fulminaban con una descarga". Habla de la globalización de los mercados financieros mediante los avances tecnológicos, como el "telégrafo fotográfico", que hace posible enviar a cualquier parte el facsímil de un documento y firmar contratos a 10.000 km de distancia. Los parisinos viajaban por la ciudades en un ferrocarril metropolitano formado por cuatro círculos concéntricos y la luz eléctrica iluminaba toda la ciudad por la noche (recordemos que lo escribió antes de que eso sucediera).
Algunas frases sueltas: "El latín y el griego no sólo eran lenguas muertas, sino enterradas". "Aunque ya nadie leía, todo el mundo sabía leer". "No había hijo de artesano ambicioso, de campesino desplazado, que no pretendiera un puesto en la Administración". "Lo importante no era alimentarse, sino ganar con qué alimentarse". "Serás mayor de edad a los 18". "Se comprende que el consumo de papel aumentase en proporciones inesperadas; los bosques ya no servían para calefacción, sino para la impresión". "¡Concierto eléctrico! ¡Y qué instrumentos! Doscientos pianos comunicados entre sí a través de una corriente eléctrica tocaban juntos de la mano de un solo artista"...
Desde luego, da que pensar...
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